Mientras la mesa sigue en el aire en San
Cristóbal de las Casas, una serie de acontecimientos están empezando a suceder
a 10 mil kilómetros de distancia de ahí, en el Vaticano. Hechos del pasado
reciente que han desnudado a la Iglesia en escándalos de pederastia, son
también una conexión entre personajes que se aferran a la Santa Sede y otros
que permanecen todavía en el destierro.
El Ser que vino del Cielo
ESMARAGDO
CAMAZ
CAPITULO
IV
LA CONEXIÓN
Bento Di Salvo bajó presuroso camino a las
grutas del Vaticano, pero con el sigilo que la ocasión ameritaba. Recorrió los
pasillos que llevan a las 10 pequeñas capillas reservadas para los clérigos de
mayor rango, un camino lleno de obras de arte, nichos que albergan finísimas
esculturas, paredes de las que cuelgan pinturas de gran valor, frescos que
embellecen el techo bajo cupular y pisos de mármol que en algunos tramos está
cubierto por excepcionales alfombras.
El joven conocía bien los intestinos del
Vaticano y se conducía por ellos con familiaridad. Ye tenía cinco años en ese
lugar y era entre los monaguillos que prestaban servicio ahí, el consentido de
Ruggero Perotti, uno de los clérigos de la curia que asistía en todo momento la
Ceremonia Pontificia.
Perotti había logrado permanecer en la
curia desde los tiempos del poderoso Ceremoniero Pontificio italiano, Piero
Marini, quien había servido en ese cargo al Papa Juan Pablo II hasta 2005, y a
Benedicto XVI hasta 2007.
Ruggero Perotti formaba parte de un grupo
que había perdido el poder en torno al Papa tras importantes cambios y la
llegada de nuevos clérigos ligados al Santo Padre alemán. No obstante y aún en
el corazón del Vaticano, el marrullero y resentido cura italiano confabulaba
contra la Iglesia y no perdía la esperanza de que la camarilla de la que él
formaba parte, regresara algún día al poder de la Santa Sede.
Al final del pasillo, Bento llegó a la
pequeña capilla en la que todas las mañanas Ruggero rezaba. El monaguillo lo
vio de espaldas, hincado, rezando.
Las pequeñas capillas de las grutas del
Vaticano no tienen puertas. Son espacios reducidos, de unos 6 metros de ancho
por 12 de fondo. Están iluminadas con una luz tenue, pero suficiente para
resaltar los decorados en las paredes, los frescos pintados en los techos y el
piso de mármol. Dos velas, cada una a un costado del altar, una cruz en medio y
en la pared, un cuadro de María con el niño Jesús en los brazos, forman también
parte del decorado.
Bento se aproximó hasta Ruggero, se inclinó
y le susurró al oído.
--Padre, ya tengo los documentos que estaba
esperando de San Cristóbal—
Ruggero suspendió el rezo, se incorporó y
volteó para ver al joven. Esbozó una suave sonrisa en sentido de aprobación y
ambos se sentaron en las sillas a un costado de la pared de la pequeña Capilla.
Bento sacó debajo de su sotana negra un
sobre amarillo.
--¿Sabes lo importante que es este
documento, verdad?—
--Sí padre—
Las manos de Ruggero empezaron a temblar en
tanto avanzaba rompiendo con cuidado el sobre de tal forma que pudiera librar
la cinta canela, pero sin romper el documento que estaba en el interior.
Sacó la hoja del sobre, extrajo bajo la
sotana el estuche de los lentes, los tomó con ambas manos, se los puso y empezó
a leer el documento, mientras Bento no le quitaba la mirada, en un estado tan
ansioso como el propio Ruggero.
¡Santa Madre de Dios!—exclamó el cura y se
arrodilló en el acto para persignarse.
--¡Qué pasa padre!—
--Sí es él hijo, es Jesús nuestro señor,
Jesucristo ha regresado a la Tierra—
--¡Jesús, María y José!—
Entonces Bento se hincó también, se
persignó, y empezó a seguir el Padre Nuestro que Ruggero ya había iniciado.
En los siguientes 20 minutos que duró el
rezo del cura, Bento siguió la liturgia sin chistar y sólo en sus pensamientos
se agolparon una serie de recuerdos que antecedieron a este momento. El más
importante se dijo, en la historia de la Humanidad.
Bento era originario de Foggia, una provincia de la región de Apulia, Italia, y venía
de una vieja tradición de hombres y mujeres que servían a la Iglesia de diversas formas.
Uno de sus ancestros, Fazio Di Salvo, había sobresalido
entre la familia al convertirse a principios del siglo pasado en obispo de la
Arquidiócesis de
Foggia-Bovino, colocándose
así en la posición de más alto vuelo
en el árbol familiar
de Bento.
Aunque a decir verdad, Fazio no había sido el único en
alcanzar posiciones importantes dentro de la Iglesia, de hecho su ingreso al
selecto grupo de monaguillos que sirven en el Vaticano lo debía a los amigos
que a su paso por ese lugar había
dejado su tío, Constanzo
Marini, expulsado de la Santa Sede en los ochentas, tras el escándalo de
pederastia que protagonizó
en ese entonces, razón
por la que fue refundido en el Monasterio de San Cristóbal de las
Casas, lugar en el que todavía
se encontraba.
Constanzo era a su vez, primo en tercer grado de Filippo Di
Salvo, padre de Bento, y era por esta conexión familiar que cuando el jovencito
dio señales de querer
servir a Dios, los primos se buscaron.
Constanzo Marini sirvió en el Vaticano en la curia que asistía en todo
momento al poderoso secretario papal de los setentas, el irlandés John Magee,
quien a su vez, fue el hombre más
cercano al Papa Pablo VI, a quien sirvió hasta su muerte, en Agosto de 1978.
Para Marini y aquellos que estuvieron a las ordenes del
"Padre Magee", como se le conocía en el Vaticano, los privilegios y
la vida disoluta al margen de las leyes de la Iglesia no terminaron, pese al
deceso del Santo Padre.
Magee repitió
como secretario del Papa los 33 días
que Juan Pablo I, Albino Luciani, logró mantenerse en el cargo, pues como se
supo después, el Santo
Padre fue asesinado con un café
envenenado.
El poder e influencia del "Padre Magee" superó en ese
episodio cualquier expectativa, pues aun cuando él dijo en su oportunidad haber sido
el último en estar
con Luciani minutos antes de su muerte, el Vaticano difundió la versión oficial de
que una monja había servido el
letal café al Papa, esto
para disipar las sospechas que ya caían
sobre el poderoso clérigo
irlandés.
Tras la muerte de Luciani y contra todo pronóstico, el
"Padre Magee" se mantuvo en el poder con Juan Pablo II, Karol
Wojtyla, quien lo retuvo primero, como su secretario hasta Octubre de 1978 y
después, como su
Ceremoniero Pontificio hasta 1982.
Por eso quienes sirvieron alrededor del irlandés fueron
intocables dentro de la Iglesia y del Vaticano durante muchos años. Constanzo
Marini en ese entonces ya era un empedernido practicante de la pederastia y
junto con otros en ese mismo grupo de poder, gozaron del regazo e impunidad de
los más altos
jerarcas del Catolicismo, incluido el propio Papa.
Pero en 1985 cuando el exceso de los pederastas del
Vaticano desbordó, el mismo
"Padre Magee" tuvo que entregar cabezas para bajar la presión y el escándalo que ya
rondaba al Vaticano, y que tras la muerte de Juan Pablo II, en 2005, salió a la luz.
Constanzo Marini fue expulsado, pero al igual que otros, en
vez de recibir castigo por su abuso en contra de menores, muchos de ellos
monaguillos, fue enviado a servir a algún lugar alejado del Vaticano, que en
este caso resultó ser el viejo
Monasterio de San Cristóbal
de las Casas.
Marini y otros sacrificados tuvieron que abandonar el
Vaticano de mala gana, pues aun cuando en ese entonces no fueron exhibidos como
pederastas ante la opinión
pública, su
lejanía del Vaticano
les arrebató para siempre
el poder y sobre todo, la protección
de la Santa Sede.
Pero esta abrupta salida de los curas pederastas sembró rencillas
entre los expulsados y más
de uno a la distancia cuando pudo, se la cobró, entre ellos el propio Constanzo.
En los dos años
siguientes y cuando empezaron a asomar tímidamente entre la opinión pública las
primeras acusaciones de pederastia en contra de sacerdotes católicos, en el
Vaticano este llamado a cuentas replicó en John Magee.
Y con la ayuda de los curas pederastas resentidos que habían sido
expulsados de la Santa Sede, un nuevo grupo de poder que se venía gestando al
interior del Vaticano, entre ellos Ruggero Perotti,
reunió las pruebas
en contra del "Padre Magee" y éstas le fueron entregadas a Juan
Pablo II.
Fue en esa jugada donde Constanzo Marini y Ruggero
Perotti trabaron amistad.
En 1987 el Papa removió del cargo de Ceremoniero Pontificio
a John Magee, aunque en vez de castigarlo por pederastia, lo premió con una
salida honrosa, al nombrarlo obispo de Cloyne, en su natal Irlanda.
En un nuevo grupo de poder en torno a Juan Pablo II, monseñor Piero
Marini fue nombrado por el Papa como el nuevo Ceremoniero Pontificio, en
sustitución del "Padre
Magee".
Fue hasta 2009 por cierto, con Joseph Ratzinger, Benedicto
XVI, cuando John Magee recibió
algún tipo de
castigo, pues el Papa lo orilló
a dejar el obispado de Cloyne, Irlanda, luego de verse envuelto en un escándalo de abuso
sexual en contra de niños
y tras proteger también
a dos curas pederastas.
Este episodio se convirtió de todos, en el escándalo más
significativo de la Iglesia Católica
en dos mil años de
existencia.
La caída
del "Padre Magee" aunque a la distancia, en algo sirvió a Constanzo
Marini en San Cristóbal
de las Casas, pues su participación
como informador en contra del obispo irlandés, le sirvió para fortalecer relaciones con
Ruggero Perotti y el nuevo grupo de poder en el Vaticano, y si bien estos lazos
nunca le alcanzaron para regresar a la Santa Sede, al menos le sirvieron para
gozar de algún favor
ocasional proveniente de los hombres cercanos al Santo Padre.
Pero la política
en el Vaticano nunca termina y el nuevo Ceremoniero Pontificio, Piero Marini,
no logró mantenerse mucho
tiempo más en el cargo,
tras la muerte de Juan Pablo II.
Con Joseph Ratzinger, quien ascendió como
Benedicto XVI en Abril de 2005, Piero Marini pudo permanecer en el cargo de
Ceremoniero Pontificio junto al Papa sólo hasta Octubre de 2007.
Ese año
fue relevado por otro italiano, Guido Marini, y con ello el cambio de grupos de
poder fue consumado también,
aunque como siempre sucede en estos casos, el resentimiento entre los
perdedores no es un efecto ajeno.
Ruggero Perotti fue relegado a encargos menores,
pero al menos como él mismo se decía, logró permanecer dentro del Vaticano, lo
que de cualquier forma le permitía, aunque ahora en bajo perfil, estar en el
ajo de la política eclesiástica.
Pero antes de este cambio de grupos de poder en el Vaticano
y derivado de los beneficios de su relación con Perotti, Constanzo logró desde San
Cristóbal de las
Casas en 2007, introducir a su sobrino Bento como monaguillo en el corazón mismo de la
Santa Sede.
Ese mismo año
fue un momento sumamente importante y decisivo en los hechos que estaban por
suceder este 2012.
En 2007 cuando Constanzo Marini presenció en el
Monasterio de San Cristóbal
de las Casas cómo Jesús salvó la vida del
forajido moribundo, el cura italiano desterrado usó a su sobrino Bento como conducto
para informar al Vaticano lo que había
sucedido.
Sin que nadie de los cinco curas del Monasterio lo supiera,
Marini mandó un sobre con
información de lo que
había ocurrido ahí, dirigido a
su familia, a una dirección
particular en Foggia y no al Vaticano.
Bento siguió
las indicaciones del tío
y con la ayuda de la familia, el sobre le fue acercado al monaguillo, quien a
su vez lo entregó a Ruggero
Perotti, quien todavía en ese momento se encontraba dentro del primer círculo
de poder en la Santa Sede.
Desde ese momento y por los siguientes
cinco años hasta ese día de la confirmación de que Jesús, el niño del huevo,
era la resurrección de Jesucristo, Perotti mantuvo todo el proceso en la máxima
discreción y sólo ciertos curas que formaban parte de su círculo más cercano,
algunos incluso ya fuera del Vaticano, sabían por él, de los asombrosos
acontecimientos que venían sucediendo en Chiapas.
A través de sobres que le llegaban a San
Cristóbal de las Casas desde una dirección en Foggia, Ruggero le hizo creer a
Constanzo todo este tiempo que el Vaticano tenía conocimiento de los hechos en
el Monasterio, pero lo cierto es que Perotti había reservado esta información a
la Santa Sede, pues al principio creyó que sólo era charlatanería, y después,
cuando las cosas se fueron tornando en sucesos serios, decidió que lo mejor era
conservar este conocimiento para él y los suyos, pues no había que ser muy
listo para detectar la trascendencia y poder de este tipo de datos, y pensó
entonces que en algún momento les podría sacar provecho.
Y así fue.
En San Cristóbal de las Casas, la mesa
seguía en el aire.
Por Dios hijo, ¿cuándo vas a terminar con
esto?—le dijo temeroso Macías a Jesús, mientras, como todos los curas en ese
momento, como él también, permanecía en su silla atónito y con una mano puesta
sobre el sombrero-cacerola.
Por su propio peso la verdad cae, pero
inerte el cuerpo, falso no puede ser—
Más atónitos todavía, los seis curas
trataban de descifrar las palabras del altísimo.
Nicolás el padre izquierdoso, siempre
sintiéndose el más inteligente del grupo, se atrevió a responder el acertijo.
--¿O sea que… la mesa nunca va a bajar
porque no puede mentir?—preguntó titubeante.
No—respondió seco Jesús. Eternidad en el
espacio hay para quien el peso de su conciencia libera, pero para aquello sin
conciencia el abismo lo espera—
Los curas se quedaron más sorprendidos con
la respuesta de Jesús.
--¿Entonces?—insistió el cura que se creía
muy inteligente.
Inerte un objeto conciencia no tiene, por
ello inerte el hombre siempre cae—asentó Jesús, mientras la mesa seguía todavía
en el aire…
Mientras la mesa sigue en el aire en San Cristóbal de las Casas, una serie de acontecimientos están empezando a suceder a 10 mil kilómetros de distancia de ahí, en el Vaticano. Hechos del pasado reciente que han desnudado a la Iglesia en escándalos de pederastia, son también una conexión entre personajes que se aferran a la Santa Sede y otros que permanecen todavía en el destierro.
Capítulo I: El Huevo
Capítulo II: Las Cacerolas
Capítulo III: La Primera Señal
Capítulo IV: La Conexión
Comentarios
Publicar un comentario