El PAN y Julián Ricalde se alejan
por la reestructuración de la deuda. Víctor Viveros, otra vez eje de las
negociaciones. El PRD sigue disperso y
sin rumbo.
Por: Hugo Martoccia
A seis meses de que comience la
nueva administración, las relaciones entre el alcalde electo Julián Ricalde y
el PAN están en su momento de mayor tensión.
La reestructuración de la deuda
pública de Cancún por 1400 millones de pesos, generó un fuerte enfrentamiento
entre la dirigencia albiazul y el alcalde electo.
Los panistas sintieron que Ricalde
los lanzó a enfrentar el gobierno de Jaime Hernández y pelear la batalla por
una reestructuración más beneficiosa para la ciudad, y luego los dejó solos.
En el PAN creen que, al final, el
alcalde electo participó de los acuerdos políticos entre el municipio y el
estado para que ambos niveles de gobierno puedan endeudarse antes de que
terminen sus administraciones, y se busque mantener relaciones cordiales. Y eso
no les gustó.
Se trata, al fin, de una reedición
de un acuerdo político entre el estado y el municipio, que, como ya se vio en
las administraciones de Juan Ignacio García Zalvidea y Gregorio Sánchez, nunca
termina bien para la oposición.
El PAN se lo hizo saber a Ricalde, pero
el perredista sostiene la idea de que con él todo será distinto.
Un
acuerdo; dos posturas
Durante la semana pasada, Julián
Ricalde había expresado preocupación por los montos comprometidos en la
reestructuración de la deuda, y también por la escasa transparencia del
proyecto.
En ese mismo tono, a mediados de
semana el PAN salió a criticar duramente el proyecto del gobierno municipal, e
inclusive habló de un “tufo de corrupción”. Parecía que ambas posturas iban
de la mano.
Ricalde dijo, a la vez, que tenía su
propia empresa (Protego) y su propio proyecto, que hablaba de reestructurar alrededor
de 900 millones de pesos, y con comisiones tres veces inferiores a las que
proponía la actual administración municipal. Según Ricalde, el despacho del
gobierno, Vace Partners, cobrará tres veces más que lo que pedía Protego. 12
contra 38 millones de pesos.
Anunció que el viernes, la empresa
Protego hablaría con los regidores para presentar su proyecto.
Había, aseguran en el PAN, una coordinación y un acuerdo político detrás
de las palabras de ambos, para exigir al alcalde Jaime Hernández que se abriera
la información. Pero todo se rompió el jueves.
El Cabildo decidió no esperar hasta
el viernes la propuesta de Protego, y anticipó la sesión para el jueves en la
tarde. La reestructura era un hecho. En lo largos precabildeos (que incluyeron
todo lo que incluyen los precabildeos cuando se habla de dinero) el PAN se negó
a apoyar el acuerdo, y mantuvo su postura. La regidora Jessica Chávez votó en
contra y Eduardo Galaviz se abstuvo.
Cuando todos esperaban una fuerte
reacción de Julián Ricalde, éste dijo, sorpresivamente, que el “fondo del
asunto” estaba bien, y que la reestructuración era necesaria. Sólo se quejó de
que a Vace Partners se le pagará tres veces más que lo que pedía Protego.
Además, hizo una declaración de
fuerte tono político que parecía forzada: dijo que buscaría a los culpables de
la deuda municipal. O sea, que también se irá contra Gregorio Sánchez.
Con esa postura, desautorizó las
palabras de los panistas, que aún seguían advirtiendo con sanciones futuras a
quienes hagan daño patrimonial a Cancún. La dirigencia albiazul bramó contra el
perredista. ¿Cómo estaba bien algo que 24 horas antes era un peligro para
Cancún? ¿Por qué ese discurso, de corte casi priísta? Se preguntaron. Del otro
lado sólo silencio.
Según Ricalde, habló con altos
dirigentes de Banobras, el banco que hará la reestructura de la deuda, y le
aseguraron que no se prestarán a la corrupción. Nada más pudieron decir, sin embargo,
de la validez de un proyecto que reestructura deudas sin sustento, y deja libres
otros 300 millones de pesos de deuda, que serán la loza con la que cargará el
próximo alcalde.
Dicen en el PAN: el requisito de una
reestructuración no es evitar la corrupción; sino despejar el futuro financiero
de un gobierno.
El “fondo” del asunto, más allá de
lo bien que de este hable Julián Ricalde, es que el 31 de marzo se vence el
plazo de gracia para el pago de intereses, y en septiembre el plazo de gracia
para el pago de capital. Todo el peso de los pagos caerá sobre su
administración.
El alcalde electo se encontrará, el
10 de abril, con 1400 millones de deuda bancaria a 20 años de plazo, y un
paquete extra de 147 millones de deuda a proveedores, 89 millones de juicio
laborales, 65 millones de adeudo con el Sistema de Administración Tributaria, y
otros 22 millones al Instituto Mexicano del Seguro Social. Y lo que se sume,
que no será poco.
Lo único que se logró quitar del
acuerdo original presentado por el tesorero Jaime Zetina, fue evitar que todos
los ingresos municipales, de cualquier índole, quedaran como garantía de pago.
El otro hecho sobresaliente es que
se liberará un ingreso estatal que está como garantía de otro adeudo del
municipio, lo cual permitirá que el gobierno del estado contrate un crédito por
700 millones de pesos antes de fin de año. Ese es, en el fondo, el acuerdo que
permitió que todo se destrabara, y generó el alejamiento entre el PAN y
Ricalde.
El PAN intentó evitar esta situación
y quiso apoyar al alcalde electo para que Cancún tuviese un destino viable y no
tuviese que acordar con el estado desde tan temprano y en condiciones
desventajosas. Pero en algún punto la comunicación se rompió, y ambos bandos
tomaron caminos diferentes.
El hecho, no aislado, sirve para
demostrar fundamentalmente lo difícil que será mantener las alianzas
electorales en el terreno de la administración pública.
El
regreso de Viveros
El otro punto que sobresalió en esa fue
la aparición de Víctor Viveros para garantizarle al alcalde Jaime Hernández los
votos necesarios.
El acuerdo de Cabildo fue pactado
entre el tesorero y Víctor Viveros, y hasta el propio grupo perredista del
Cabildo, que se presentó como el fiel de la balanza, llegó tarde a la negociación.
Eso demuestra la dispersión del PRD,
que no apoya al actual gobierno, pero que tampoco pareciera estar trabajando
para la futura administración. Pocas
veces se ha visto tanta desorientación en el sol azteca, huérfano de líderes y
de ideas.
Por el lado de Jaime Hernández, el
alcalde asegura que su única intención es dejar un gobierno en marcha y con
viabilidad financiera. Ahora le resta
hablar con el Congreso, donde lo espera una dura resistencia, pero nada más que
eso: al fin, la intención final de todos es llegar a un acuerdo donde cada uno
gane.
La historia reciente dice que las
reestructuraciones de deuda son sólo un gran negocio y un poco de aire para
patear los problemas hacia el futuro. Esta reestructuración, además, puso al
borde de la fractura el más firme acuerdo de partidos opositores en el estado
en mucho tiempo.
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