¿Sirve para algo asociar Cancún con la palabra fracaso?


La cumbre de la COP 16 fue vista como un evento histórico para el destino turístico. Ahora, los principales medios del mundo se refieren a ella con desdén y anticipan su fracaso. ¿Habremos hecho un buen negocio?

Por: Hugo Martoccia

No importa que hablen mal de uno, lo importante es que hablen.

La frase de arriba es un refrán de la política, y su campo de acción, beneficioso por estos rumbos, se circunscribe a esa actividad.

La frase puede ser oída en todos lados, pero quizá en el PRI, partido pragmático por naturaleza, es donde más oye y se acepta.

La frase alude, como es visible, a que lo más importante es la propagación de un nombre, el “hacerse conocido”, porque con el nombre ya impuesto en la sociedad, una buena campaña de algunos muchos millones de pesos le añade el valor que uno pida o desee.

Esa idea supone que aquél que surcó con suerte diversa escándalos de todo tipo, puede, en medio de una campaña electoral, convertirse en buen padre, buen hermano, buen esposo, o lo que se le antoje, si los millones lo cobijan.

En la política mexicana, como se dijo, esto ha dado extraordinarios resultados.


El mundo del marketing y la publicidad es diferente. Que hablen mal de uno no es negocio. Y si ese “uno” es un lugar turístico, aquejado por todos los flancos de malas noticias, la situación es aún peor.

Todo este prólogo sirve para proponer al análisis lo que la COP 16 significa a Cancún. Ser la sede de este evento tiene aspectos altamente favorables. Por ejemplo, hay 30 mil personas de todo el mundo que conocen el lugar y sus bellezas. Y también se debe reconocer que el nombre de Cancún, y sus imágenes, aparecen repetido varias veces por día en los principales medios del mundo. 

El punto a analizar es si la repetición del nombre Cancún, asociado a una cumbre cuya estación anterior al fracaso es la desidia, nos puede sumar algo como destino.

Las últimas exposiciones mediáticas de Cancún hacia el mundo tuvieron que ver con las ocho personas quemadas dentro del bar El Castillo del Mar, por una acción del narcotráfico, o por la explosión que dejó siete muertos y 17 heridos en el hotel Princess Riviera Maya, hace unas pocas semanas.

Ahora, el nombre de Cancún va y viene pegado al de la COP 16, que es una cumbre a la que le han dado la espalda los principales jefes de estado del mundo, y que será un fracaso estrepitoso de las negociaciones que se llevan adelante sobre Cambio Climático.


Haciendo uso de aquella frase de la política que dice “No importa que hablen mal de uno, lo importante es que hablen”, quizá no hubiese sido malo que al menos aquí llegaran todos los jefes de estado del mundo a pelearse entre ellos, a romper relaciones, pero por lo menos llegaran a hacer algo.

Pero que  no lleguen jefes de estado de naciones centrales (ni Obama, ni Lula, ni Merkel, ni  Zapatero, ni Sarkozy, etc) que las delegaciones negociadores se duerma en las sillas (es un decir… o quizá no) y que hasta los grupos altermundistas hayan traído un cuarto de los activistas que pregonaban, no parece el mejor escenario para la ciudad.   

En ese contexto, parece que el municipio y el estado quedarán demasiado expuestos a las ansias de periodistas sin mucho que hacer en los suyo, con pocas notas sobre la cumbre intrascendente.


¿Y si a alguien se le ocurre llegar al fondo de la situación de la violencia en Cancún? ¿Y si alguien de Estados Unidos o Europa quiere contar que estamos siempre al borde del colapso ambiental? ¿Y si alguien encuentra una buena noticia en nuestro deterioro urbano, como sucedió pocos meses atrás con Lisboa? ¿Y si alguien de un diario internacional hace un recuento de los turistas muertos? 

Esas preguntas podrían dar lugar a demasiados dolores de cabeza. Y la falsa euforia por albergar esta cumbre caería.

Este breve texto es apenas la invitación a una reflexión, a un debate, sobre  un hecho que ha conmovido la ciudad y el estado.

Nadie tiene la verdad. Pero ustedes tienen la palabra.  
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