La rebatinga por el voto corporativo y el desprecio por el voto abierto (Parte I)
Por:
Expediente Quintana Roo
Publicado:
En Quintana Roo los partidos políticos y
sus candidatos pelean por el voto corporativo, que representa menos del 40 por
ciento del padrón electoral, mismo que para los candidatos les significa “un
voto seguro”, pues pagando alrededor de 2 mil 500 pesos por cada uno de ellos,
sus operadores políticos les aseguran victorias. En el otro extremo del
espectro electoral está el voto de la población abierta, que ahora no cuesta gracias
al uso de los medios masivos por Internet y representa el 60 por ciento de la
lista nominal. ¿Porqué los candidatos no quieren este voto?
Por: Esmaragdo Camaz
En 1988 cuando surgió en México el
movimiento Cardenista, que puso en serios aprietos la estructura electoral
corporativa del PRI, se dio paso también a un nuevo mercado de compra-venta del
voto, que transformó para siempre el control del “voto corporativo”, instaurado
así por la familia revolucionaria hace un siglo.
Antes del 88, los mexicanos en general
salían a votar por candidatos únicos del PRI en todos los cargos de elección
popular, salvo algunas excepciones que eventualmente surgieron para puestos
como legisladores, así como ocasionalmente algunos personajes que lograban
colarse en algunas regidurías de los Ayuntamientos.
Pero estas ocasiones eran tan escasas que
no sirven si quiera para la estadística y sí en cambio, reafirman la máxima de
que a toda regla hay excepciones, por lo que estos casos aislados sólo
refuerzan la constante de que los candidatos a cargos de elección popular eran
hasta antes de 1988, aspirantes únicos y en todos los casos, militantes del
PRI.
Pero en 1987, cuando Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano dejó su partido, el PRI, y creó a partir del izquierdista Partido
Socialista de los Trabajadores (PST), el Partido Frente Cardenista de
Reconstrucción Nacional (PFCRN), surgió el primer eslabón de lo que sería el
final del control absoluto del voto corporativo que por siempre tuvo el
tricolor.
Pocos meses después de este suceso y de
frente a las elecciones federales de 1988, la hasta entonces marginada
izquierda mexicana, representada por el Partido Popular Socialista (PPS), el
Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), el Partido Mexicano
Socialista (PMS) y el Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional
(PFCRN), se fusionó en el Frente Democrático Nacional, para lanzar a Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano, como su candidato a la presidencia de la República.
En ese entonces otros destacados priistas,
como Porfirio Muñoz Ledo, y algunos que en esos momentos pasaron desapercibidos
en la escena nacional, pero que hoy son encumbrados izquierdistas, como Andrés
Manuel López Obrador, quien también dejó su partido, el PRI, para sumarse a
esta nueva corriente política, sumaron a favor el incipiente movimiento.
Del lado de la izquierda tradicional
mexicana, Heberto Castillo, uno de los personajes más sólidos de esa corriente
y quien era ese 1988 el candidato del Partido Mexicano Socialista a la
presidencia de la República, cedió su lugar para unirse con su partido a la
candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, con lo que quedó consolidado el
movimiento de la izquierda en México.
Ese gran bloque de personajes, partidos y
corrientes ideológicas, hoy históricas, enfrentaron por primera vez, desde los
años de la Revolución, al sistema único que imperó en México hasta el año 2000.
ANTECEDENTES
DEL TRIUNFO DEL VOTO ABIERTO
El discurso de Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano en las plazas públicas -en ese entonces los opositores no tenían
acceso a los medios masivos de comunicación-, estaba centrado en el ataque al
PRI, evidenciando ante la asombrada concurrencia que no sin temor asistía a
esos mítines, un sistema corrupto e inerte que mantuvo a México durante décadas
en la pobreza y la marginación de las libertades, entre ellas claro, la de
expresión.
Las palabras de Cárdenas Solórzano y sus
seguidores calaron hondo en el electorado. El PRI tuvo que recurrir con
urgencia al reforzamiento de las alianzas con las grandes centrales obreras,
campesinas y populares, todas aglutinadas dentro del propio partido, para
resistir el embate de la oposición.
Los mexicanos por sí mismos se convirtieron
en un poderoso medio masivo de comunicación. De boca a boca –pues no existían
las redes sociales en ese entonces-, se supo del nuevo movimiento
político-ideológico, y cada vez que los personajes de la oposición llegaban a
una nueva plaza, la plaza pública o el lugar del encuentro, a veces “discreto”,
ya estaba atiborrada de ávidos espectadores que deseaban escuchar el novedoso
discurso de los candidatos.
El elector escuchó por fin ese año, lo que
durante décadas quiso escuchar y fue por eso que en 1988, como nunca antes, un
candidato alcanzó el voto abierto.
Pero además, hay algo todavía más significativo
en este hecho. Y es que para tal hazaña fueron invertidos los mínimos recursos
necesarios. Este voto abierto conquistado en 1988, debió ser seguramente el más
barato en la historia electoral de México.
El éxito de esa campaña fue el discurso.
Hoy se sabe que lo único que salvó al PRI
de la estrepitosa derrota del 88 fue el fraude electoral, ya de todos conocido.
Después de este pasaje histórico, el voto
corporativo, antes controlado plenamente por el PRI, empezó a fraccionarse y
encarecerse.
Originalmente, un obrero mexicano votaba
(por el PRI) porque su líder sindical se lo ordenaba. Si no lo hacía, su jefe
podía castigarlo o en el peor de los casos, podía retirarle el trabajo.
Los líderes sindicales, cada uno de ellos
en su nivel respectivo, obtenían del gobierno dinero, canonjías y poder, a
cambio de mantener sometidos a los trabajadores, a favor del PRI.
NACE
UN NUEVO VOTO CORPORATIVO
Después del 88, los obreros mexicanos
empezaron a revelarse gradualmente y los líderes sindicales, también
gradualmente, dejaron de ser garantía electoral para el PRI-Gobierno.
Entre este momento y el año 2000, proliferaron
en todo el país como nunca antes, los líderes de colonias, quienes encontraron
en el contacto directo con el elector, una veta que el PRI supo detectar y que
se apresuró a “comprar”.
En un principio ante esta nueva forma de
hacerse de votos, el PRI ingresó a sus filas a líderes de colonos, para
asegurar sus triunfos. Dotó a estos nuevos líderes no sindicalistas, de
prebendas, de medios económicos para hacer proselitismo a favor del tricolor y
sobre todo, de lotes habitacionales que eran asignados a familias dispuestas a
votar por los candidatos del tricolor.
Así nació en ese momento un nuevo voto
corporativo.
Un caso emblemático en el país y quizá
también uno de los más extremos, es el de Magaly Achach Solís, la lideresa de
colonos transformada por el tricolor en su militante y con quien ganó
diputaciones y la presidencia municipal de Cancún, en 1999.
Este modelo que surgió en las colonias
populares fue reproducido con éxito por el PRI en otros ámbitos de la vida
económica y social de México, con lo que este nuevo voto corporativo se fue
haciendo cada vez más ancho y le dio al PRI resultados, al menos hasta el año
2000.
En este lapso de tiempo y con este nuevo
voto corporativo, el PRI pudo mantener su discurso y ganar elecciones en muchas
partes del país, aunque también fue perdiendo gradualmente posiciones
importantes en alcaldías, gubernaturas y en los congresos.
Y pese a que la oposición mantuvo y
endureció su discurso anti priista todo este tiempo, no fue ésta verborrea la
que terminó haciendo perder al PRI la presidencia de la República, sino que,
fue la combinación de un nuevo discurso y la degradación del voto corporativo,
lo que alentó una vez más entre los mexicanos la esperanza del cambio.
OTRO
TRIUNFO CON EL VOTO ABIERTO
En el año 2000, Vicente Fox candidato
presidencial por la alianza PAN-PVEM-PARM, sorprendió a los mexicanos al
decirles a través de los medios de comunicación y en las plazas públicas, algo
que hasta entonces a nadie se le había ocurrido.
Fox les dijo a los mexicanos que le
aceptaran al PRI dinero, lotes y todo lo que quisiera darles a cambio de su
voto y después, en la discrecionalidad de la casilla electoral, votaran por el
candidato de su preferencia.
Y así lo hicieron millones de mexicanos.
Cierto es también que Vicente Fox aderezó
su discurso con la esperanza del cambio, lo que caló en la lógica del
colectivo, pues no puede producirse un cambio si los que gobiernan son los
mismos.
Pero lo que en verdad liberó a los
mexicanos del yugo del corporativismo electoral, fue la idea conciliatoria que
les vendió Fox, pues los mexicanos de diversos sectores pudieron cumplir sus
compromisos políticos con el PRI aceptando sus dádivas, y a la vez, votaron por
la esperanza del cambio, que les vendió el entonces candidato azul.
Una vez más en ese entonces, el voto
abierto volvió a triunfar sobre el voto corporativo, además, a un precio muy
bajo, pues mientras el PRI repartió millones de pesos a los líderes de
colonias, que no dieron resultados, los panistas apenas invirtieron algo en
medios de comunicación, que para ese entonces, ya podían abrir espacios a la
oposición.
Esta experiencia reafirmó la enseñanza de
que un discurso innovador es fundamental para ganar una elección.
EL
VOTO CORPORATIVO SE ENCARECE Y SE FRACCIONA
Desde esa elección de Vicente Fox, el voto
corporativo es cada vez más caro, inestable e inseguro, pues con la enseñanza
aprendida el votante, ya no sólo el líder de colonia, ha entendido que puede
lucrar económicamente con su voto y ahora no sólo lo vende al mejor postor, sino
que puede incluso re-venderlo varias veces.
Un caso extremo de este nuevo
comportamiento del voto corporativo sucedió en Quintana Roo, en Isla Mujeres en
2008, en la elección para presidente municipal.
Un día antes de las elecciones en la Isla,
los operadores del PRI, partido que ese año postuló a Gilberto Ávalos Galué
para la alcaldía, distribuyeron recursos entre líderes de colonias y otros
operadores para asegurar el voto a favor de su candidato.
Pero al día siguiente durante el desarrollo
de la jornada electoral, los operadores del PRI, incrédulos, vieron cómo su
candidato fue derrotado en las urnas con el mismo voto que habían comprado un
día antes para él, ya que el electorado, que era el mismo que supuestamente
habían comprado, sufragó por Alicia Ricalde Mañana, del PAN.
Todavía hoy no les ha quedado claro a los
operadores del PRI si es que algunos de los líderes de colonias y otros
operadores se quedaron con el dinero y no lo repartieron entre los electores
para votar por el tricolor, o es que éstos, o sea, los electores, aceptaron el
dinero y recordando las palabras de Fox, votaron por el candidato de su
predilección.
Pero aún con sus fracasos, la compra del
voto corporativo es una práctica que a los políticos, particularmente a los
coordinadores de las campañas, les sigue pareciendo más seguro, que aventurarse
a la conquista del voto abierto, en parte también porque entienden que no
cuentan con discurso para sustentar una campaña de éxito.
El gran público, el que consume los medios
masivos de comunicación y que hoy está también en las redes sociales, no quiere
a los políticos. Esa es la premisa que se debe entender si de ganar el voto
abierto se trata. Y es quizá porque los coordinadores de campaña lo entienden,
que se inclinan mejor por el voto corporativo.
También hay que considerar que si bien al
principio de estos cambios los políticos del PRI eran los despreciados por el
gran público, hoy el ciudadano común desprecia a la clase política en general,
sin importar de qué partido procedan los personajes que son materia de
desprecio.
Este nuevo sentimiento anti-políticos tiene
sus raíces en la frustrada experiencia de que hoy, habiendo conocido ya otros
gobiernos, la situación del País, pero sobre todo, la pobreza de la Nación,
sigue siendo la misma que el ciudadano percibía con el PRI-Gobierno.
EL
VOTO CORPORATIVO YA NO ES EXCLUSIVO DEL PRI
Pero además, los actos de corrupción y la
compra del voto corporativo, también son prácticas adoptadas por el PAN, el
PRD, el PVEM, el PT, el PANAL, CONVERGENCIA, etcétera, así como por líderes
sindicales y de colonos y una amplia gama de personajes que se han
democratizado en una cosa, la competencia por comprar votos.
Un caso extremo de ello sucedió hace apenas
unos días en Cancún. La anécdota es tan pobre como paupérrimos son los recursos
utilizados por un personaje que desesperada por retener a vecinos de la colonia
Donceles 28, tuvo que sacar dinero de su bolsa y pagarles a cada uno de ellos,
50 pesos para retenerlos y poder cumplir con el requisito de levantarles firmas
para poder participar en las elecciones internas de su partido, el PRD.
La mujer necesitaba unos 20 vecinos, pero
como no le alcanzaba el dinero, sólo pudo pagar a 10, y con ellos, medio salió
del paso.
Por ello en una elección para cargos de
elección popular, hoy se sabe que el costo promedio del voto en México es cada
vez más caro, unos 2 mil 500 pesos cada uno. Con la ayuda de una calculadora es
posible tener una idea de cuánto cuesta alcanzar el triunfo en una campaña
electoral, dependiendo por cuántos es la multiplicación, si por los electores
de un distrito, si de todo un municipio, por todos los de un estado, o si son
todos los del País.
Los padrones electorales en cualquiera de
estas demarcaciones están disponibles en el portal del IFE y conseguir una
calculadora o usar la de la PC para hacer la multiplicación es muy fácil.
Debido a los factores antes expuestos aquí,
la realización hoy de una campaña electoral basada en la compra del voto
corporativo es además de mucho muy cara, poco estable y por ende, ya es una
práctica de alto riesgo que no garantiza el triunfo a quien la financia.
En años recientes, los operadores políticos
de todos los partidos, están implementando a la compra de votos, dos elementos:
1.- La retención de la credencial para
votar (IFE) del elector que acepta el dinero por su voto.
2.- Que el votante se tome una foto con su
teléfono celular y demuestre con ella que sufragó por el partido que le está
pagando.
Estas prácticas, toleradas por las
autoridades electorales que conocen de estos casos, han generado también otro
fenómeno adverso para los propios partidos políticos, pues ha inhibido entre
los electores la intensión de vender su voto.
Unos por considerarlo como una práctica
deleznable, otros por temor a ser requeridos por una autoridad, otros más por
temor a perder su credencial de elector, que en México es la única mica de
identidad válida, o simplemente porque muchos no se atreven a tomarse una foto
con su celular, ésta tendencia tampoco garantiza el éxito del voto corporativo.
Pero lograr vencer todos estos obstáculos
para quedarse con el voto corporativo lo sigue haciendo cada vez más y más
caro.
Los partidos políticos parecen estar tan
entretenidos en cómo solventar estos problemas, que parecen no darse cuenta
que, entre más dinero invierten en el voto corporativo, menor es el nivel
general de participación ciudadana, el voto se encarece más, las fugas de
dinero son mayores y al final de todo este proceso, el repudio popular hacia
los políticos es cada vez mayor.
El voto corporativo además, ha generado una
economía en ascenso entre la gente ligada al medio de la política, pues el
dinero para la compra de votos ahora viene, a diferencia del pasado, de todos
los partidos políticos.
Muchos al interior de los partidos
políticos fomentan la compra del voto corporativo aún a sabiendas de su
fracaso, pues este es su modus vivendi.
Antes, como sólo el PRI gobernada, sólo este
partido tenía recursos para comprar votos. Hoy, como todos los partidos
gobiernan, ahora todos los partidos también tienen dinero para comprar votos.
Cada quien en su nivel, todos los actores
políticos compran votos, abonando todos ellos a la alza del precio del
sufragio, a su fractura y al descenso del promedio de participación electoral.
En Quintana Roo por ejemplo, el promedio de
participación electoral es menor al 40 por ciento. Y un poco menos incluso, si
se trata de elecciones intermedias.
EL
VOTO ABIERTO ES GRATIS
Es curioso que existiendo hoy las redes
sociales, que llegan a millones de electores y que su uso no tiene costo, sean
tan poco efectivas como para buscar a través de ellas el voto abierto.
Y pese que los candidatos anuncian su
presencia en las redes sociales, lo cierto es que es más una moda, que un medio
efectivo, pues si los candidatos en verdad permitieran la interacción con la
ciudadanía, no habría servidor que alcanzara el espacio para almacenar tantos
reclamos, ni candidato que pudiera responderlos.
Pero el uso de las redes sociales hoy, como
el uso de las plazas públicas de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en 1988, sí
puede servir para ganar el voto abierto que hoy es más barato que nunca.
El problema hoy no es el medio masivo, pues
además de las redes sociales, existe una gran apertura en los general en los
medios masivos de comunicación.
El problema hoy es el discurso.
Quien logre conjuntar correctamente el
discurso adecuado con los medios masivos –incluidas las redes sociales-, hoy al
alcance de todos, ganará una elección, casi, de a gratis, pues el voto abierto,
que no cuesta, representa el 60 por ciento del padrón electoral, suficiente
para destrozar a cualquier contrincante político.
Una muy buena referencia de lo que el gran
público consume en los medios, es el ranking de los canales de televisión, en
una tendencia que es mundial y por ende es masiva.
Películas, novelas, chismes, deportes,
cómicos, infantiles, musicales, documentales, noticias, en ese orden, son los
temas que dominan en la Televisión.
Correo Electrónico, Redes sociales, Chat,
Buscadores y consumo de información y materiales en un orden de temas similares
al anterior, es la actividad que predomina en Internet.
Es fácil notar que estando presente
básicamente en las noticias, el tema de la política es generalmente relegado
por el gran público, lo que da una idea de su rechazo hacia estos personajes.
En Quintana Roo los partidos políticos y sus candidatos pelean por el voto corporativo, que representa menos del 40 por ciento del padrón electoral, mismo que para los candidatos les significa “un voto seguro”, pues pagando alrededor de 2 mil 500 pesos por cada uno de ellos, sus operadores políticos les aseguran victorias. En el otro extremo del espectro electoral está el voto de la población abierta, que ahora no cuesta gracias al uso de los medios masivos por Internet y representa el 60 por ciento de la lista nominal. ¿Porqué los candidatos no quieren este voto?
Antes del 88, los mexicanos en general salían a votar por candidatos únicos del PRI en todos los cargos de elección popular, salvo algunas excepciones que eventualmente surgieron para puestos como legisladores, así como ocasionalmente algunos personajes que lograban colarse en algunas regidurías de los Ayuntamientos.
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