Antorchistas advierten la ley de la fuerza y los medios de comunicación
Por:
Expediente Quintana Roo
Publicado:
México, D.F.- El coordinador de la Dirección
Nacional de Antorcha Campesina, Omar Carreón Abud, se pronunció a favor de que
impere un sentido de ética en los medios de comunicación, así lo dio a conocer
en un comunicado.
Aquí
el comunicado:
Casi
quince días tienen ya secuestrados, un campesino nahuátl de San José Amoltepec
y dos de sus jóvenes hijos, por un grupo armado que se hace llamar “policía
comunitaria” de Temalacatzingo, del municipio de Olinalá, Guerrero.
Asimismo,
durante varios días, en el horario estelar de algunos de los principales
canales de televisión, se ha estado dando cuenta de estas supuestas “policías”
mediante las cuales, se dice, el pueblo trabajador del campo, harto de ser
víctima del crimen organizado, se ha decidido, se ha armado y ahora le hace
frente para seguridad de las familias; el contenido y la forma de las notas es
abiertamente elogioso y los reportes se salpican con entrevistas a supuestos o
reales viajeros que declaran ante cámaras y micrófonos que “está muy bien porque
el crimen ya era inaguantable”.
No
obstante, más allá de la versión fabricada por los medios de comunicación, la
realidad, como en otros casos, es muy diferente.
No
se trata aquí de juzgar con severidad las ingenuas exageraciones de un pueblo
desesperado; nada de eso, no hay tal pueblo desesperado que combate
valientemente a la delincuencia organizada.
Se
trata de importantes grupos de poder, de caciques de la zona de Olinalá que se
han armado para imponer su voluntad por la fuerza ahora que en las pasadas
elecciones el pueblo, harto de ellos y sus tropelías, decidió arrojarlos del
poder municipal.
La
redentora “policía comunitaria” es comandada por un sujeto que se llama
Silverio Bello García de quien se dice en la región que no hace mucho participó
en el asalto a la gasolinera de Olinalá y se asocian con él de manera
destacada, Tomás Ortega Rosendo, quien fuera Director de Tránsito en el
Ayuntamiento que terminó su período el día último de noviembre y un tal Casildo
Sánchez Dolores, comisario de San José Amoltepec.
A
todos ellos, los apoyan diligentemente los tres regidores perredistas de la
actual administración, así como Francisco Casarrubias Alonso, presidente del
PRD municipal de Olinalá. La cabeza visible de toda la caterva es Luisa Ayala
Mondragón, actual diputada local por el Distrito XXVII y expresidenta municipal
de Olinalá por parte del Partido de la Revolución Democrática. Como puede verse
la “policía comunitaria” de Olinalá tiene una filiación y unos intereses
políticos y económicos muy precisos y bien definidos.
Y
también antecedentes muy conocidos: mientras gobernó Luisa Ayala Mondragón,
menudearon los abusos: todavía se recuerda que se apoderaron de terrenos,
cobraban por el agua de la presa de Duraznotitlán, cobraban renta por la torre
de telefonía celular y cercaron, metieron animales y, durante cinco años no
dejaron sepultar difuntos, es decir, se apoderaron del panteón de Santa Cruz
Comalapa.
Estos
son los que se ocultan detrás de pañuelos y capuchas y un buen día se salieron
armados a la calle y colocaron retenes en los que, sin ningún derecho ni
autoridad, detenían e interrogaban a todos los que pasaban y les aplicaban las
medidas que se les venía en gana.
Así,
el pasado 12 de enero, a eso de las diez de la noche, detuvieron a Jaime
Maximino García, quien, acompañado de su esposa e hijos, llegaba a
Temalacatzingo a llevar a unas personas procedente de San José Amoltepec que es
su pueblo, de forma nada comedida le preguntaron que cómo se llamaba, que de
dónde venía, que a qué se dedicaba y, una vez que hubo contestado a todo las
interrogantes mientras le revisaban minuciosamente su camioneta, le permitieron
el paso.
Cuando
la familia salía de regreso a su pueblo, a eso de las doce de la noche, la
revisión y el interrogatorio se repitieron, sólo que esta vez, más impaciente y
molesto por el agravio, Jaime Maximino, arrancó su camioneta sin esperar a que
se le pusiera término oficial al operativo.
A
continuación, a los pocos minutos de haber llegado a su casa a San José
Amoltepec, lo atacaron 60 sujetos armados y encapuchados que golpearon a él, a
su esposa, a sus padres e hijos y, junto con su esposa e hijos, se los llevaron
amarrados a San José Tecorrales, que es donde la “policía comunitaria” tiene su
cuartel general. Ahora, aplicando su justicia, que no la de la nación entera
que rige a todos los mexicanos, exigen 100 mil pesos para poner libres a los
tres que permanecen secuestrados.
No
estamos solamente ante un escandaloso e indignante atropello en contra de una
pacífica familia, estamos ante un grave atentado contra el estado de derecho
que nos hemos dado todos los mexicanos. Y no es frase hecha carente de
contenido.
Cada
5 de febrero conmemoramos el aniversario de la aprobación de la Constitución de
los Estados Unidos Mexicanos y cada vez son más las personas que no son capaces
de valorar su importancia, no sólo eso, encuestas recientes demuestran que un
gran porcentaje de la población ni siquiera sabe que se conmemora ese día.
Pero
el 5 de febrero recordamos o debiéramos recordar el principio del fin de una
sangrienta guerra entre mexicanos, la aprobación de un documento mediante el
cual, los grupos en pugna llegaron finalmente a un acuerdo y se comprometieron
a respetarlo para evitar más matanzas y vivir en paz.
Así
de que violar la Constitución, echarla por la borda como trasto viejo e imponer
la soberana voluntad de grupos y personas, es empezar de nuevo la guerra entre
los mexicanos.
Eso
significa que, contra lo que establece la ley en materia de la atribución del
Estado como monopolio exclusivo de la fuerza armada, un grupo, con el pretexto
que sea, se arme y se ostente armado; eso significa que al margen del derecho y
de las garantías individuales, sólo por sí y ante sí, ese grupo proceda a
detener y mantener preso a quien se le pegue la gana; eso significa que recluya
a los presos en cárceles privadas e imponga sanciones a su arbitrario criterio.
Eso
significa que una persona o un grupo, con el pretexto que sea, se erija en
acusador, en policía, en carcelero, en juez y en ejecutor de la sentencia. Las
distorsiones de la justicia, suplantadas por abusos y crímenes mayores todavía.
Todo
ello constituye una gravísima amenaza para todos los mexicanos porque si “es
bueno” para Temalacatzingo, Olinalá y Guerrero, tendrá que ser bueno para las
colonias urbanas de Guadalajara, Chihuahua, Querétaro, Villahermosa y para el
Centro histórico de Morelia ¿o no? ¿Imponer la ley del más fuerte es lo que
ofrecen a México los perredistas? ¿Eso es lo que ahora encarecen los medios de
comunicación?
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