Lo que el país necesita y la gente espera, diálogos y acuerdos, dice dirigente artorchista
Por:
Expediente Quintana Roo
Publicado:
México, D.F.- El dirigente de Antorcha Campesina,
Aquiles Córdova Morán, se pronunció a favor de establecer diálogos directos y
francos con diversas fuerzas del país para resolver los graves problemas de inseguridad
que privan en la Nación, así lo expresó en un comunicado difundido este
Viernes.
Secuestro
y muerte de un hermano del Director de Seguridad Pública de Nuevo Laredo,
Tamaulipas; desaparición del propio Director y otro hermano que salieron en busca
del primero; asalto a una residencia en Cuernavaca, Morelos, donde se reunía
para festejar un grupo de jóvenes universitarios, con saldo de tres personas
lesionadas y cuantiosos daños materiales; toma de las instalaciones y de la
dirección de los CCHs de la UNAM por un grupo minoritario de inconformes; toma
(desde hace más de tres meses) de la rectoría de la Universidad Autónoma de la
Ciudad de México (UACM) en demanda de algo que ya nadie sabe o nadie se toma la
molestia de precisar; proliferación, como hongos después de las primeras
lluvias, de las llamadas “policías comunitarias”, fenómeno totalmente irregular
e ilegal que pone en riesgo la unidad nacional y la paz social, pero
curiosamente alentado por el señor gobernador de Guerrero y por funcionarios
federales de alto nivel, e, incluso, desde los Estado unidos, a través del
diario The Wall Street Journal Americas (ver la edición del diario Reforma del
día 4 de febrero, pág. 6). Dime quién te apoya y te diré a qué intereses
sirves.
Los
síntomas, pues, son muchos y significativos como para equivocarse: alguien está
tratando de crear la sensación de ingobernabilidad generalizada, la sensación
de que el país se le escapa de las manos al actual gabinete presidencial y, en
consecuencia, que la opinión pública saque la conclusión de que equivocó su
voto en los recién pasados comicios de junio de 2012.
Ciertamente,
esto era algo totalmente esperable si se toma en cuenta todo lo ocurrido antes,
durante y después de los comicios señalados, y, sobre todo, si se recuerda el
contenido del discurso de los candidatos perdedores, que no se cansaron nunca
de asegurar que el país se sumiría en un verdadero caos y regresarían los días
del autoritarismo antidemocrático y represivo en caso de que el PRI retornara a
Los Pinos. Lo que ahora comenzamos a presenciar no es sino el congruente
esfuerzo por convertir en realidad, en hechos contantes y sonantes, esos negros
augurios, esas previsiones apocalípticas, para poder encarar a los mexicanos
con el consabido grito triunfal: ¿ya ven? ¡Se los dije! Sí, de eso se trata;
pues, como dijo Lenin, “no hay enemigos de buena fe”.
Pero
justamente por el carácter previsible del fenómeno, no creo que sea exceso de
optimismo suponer que no está tomando por sorpresa al gabinete presidencial y
que, por el contrario, está perfectamente prevenido para enfrentarlo con las
políticas justas y precisas que demanda la naturaleza del problema.
Creo
que hay (o debe haber) plena conciencia de que, frente a los alfilerazos de la
oposición, frente a la polvareda mediática que está tratando de levantar, el
remedio seguro es responder con medidas contundentes que vayan al fondo del
problema, que no es otro que la insatisfacción de las mayorías ante la pobreza
lacerante que las agobia y que, lejos de remitir, sufrió un notable incremento
en los últimos meses del Gobierno de Felipe Calderón.
Y
hablar de pobreza es hablar de desempleo, de bajos salarios, de una política
impositiva totalmente injusta porque carga todo su peso sobre los que menos
tienen. Es hablar de la casi total retracción del Estado en materia de
educación, salud, vivienda y servicios básicos en general, para dejarlo todo en
manos del mercado y de su “mágica ley” del “libre juego de la oferta y la
demanda”.
Esto
es: que goce de todo bienestar quien pueda pagarlo, y quien no, que se resigne
con su suerte. Urge, pues, una política económica que eleve enérgicamente la
tasa de crecimiento de la economía y genere los empleos que hacen falta; urge
abordar en serio el mejoramiento de los salarios; urge una reforma fiscal
realmente redistributiva de la renta nacional; urge, por último, una
reorientación seria del gasto social para atender de modo rápido y eficiente la
carencia de servicios de todo tipo que hoy padecen e irritan a las mayorías empobrecidas.
Si eso (o algo similar) ocurre en este país, nuestro pueblo, nuestra gente, que
sabe diferenciar perfectamente el polvo y la paja del grano nutricio y de buena
calidad (aunque muchos no lo vean así) se reirá sencillamente de la política
aculeiforme de quienes no se resignan con la decisión popular de 2012.
Los
antorchistas del país somos parte integrante, orgánica, de ese pueblo sumido en
la injusticia (social y de la otra) y en la pobreza que crece y se agudiza cada
día. Y en esa calidad opinamos y demandamos soluciones.
Muy
lejos de nosotros la pretensión de erigirnos en consejeros ex oficio de nadie,
ni mucho menos creernos los hijos predilectos del régimen como para ponernos a
demandar privilegios de ninguna clase. Hoy como ayer, como siempre, solicitamos
sólo lo que creemos justo y necesario para nuestra gente y benéfico para la
estabilidad y la paz social que todo hombre de bien reclama para el país en su
conjunto.
Hace
falta subrayar esto en virtud de que, por varias vías y en varias dependencias
federales, se nos ha querido hacer sentir que las demandas de nuestra gente son
exageradas y hasta abusivas; hemos vuelto a caer, en consecuencia, en el
cansado juego de “a la vuelta y vuelta” y en el de las promesas y acuerdos
tomados con toda solemnidad en la mesa de las negociaciones que luego,
simplemente, no se cumplen.
Además,
el PRI, nuestro partido, al que nos hemos mantenido fieles (aunque no serviles)
en tiempos de bonanza y también en los de borrasca, acaba de enviar citatorios
a algunos antorchistas para una próxima asamblea nacional, a nombre de
organizaciones fantasmas, con instrucciones para que nuestros compañeros se
“acrediten” (?¡) como miembros de tales membretes claramente inventados.
Eliminada
radicalmente la posibilidad de una confusión, no quedan más que dos
interpretaciones: o se trata de enviarnos el mensaje de que no somos ya una
organización “adherente” del PRI, es
decir, una expulsión disimulada, o se trata de sugerirnos que “pongamos los
pies en la tierra”, que “no valemos tanto como creemos” (¿¿¿) para disminuir
nuestra capacidad de lucha y de demanda.
En
ambos casos, el jueguito es totalmente inútil, pues con nosotros, con el
Antorchismo Nacional, siempre se podrá llegar a un acuerdo, el que sea,
hablando clara y directamente, poniendo sin tapujos las cartas sobre la mesa.
El lenguaje claro, franco y directo es, y ha sido siempre, nuestro elemento y
sobra, por eso, el lenguaje rebuscado y críptico, sea el de los hechos o el de
las palabras.
Comentarios
Publicar un comentario